Una tragedia puede dejar muy tocada a una persona adulta, no digamos a una
niña. Pues eso sucede en La mitad de la noche, novela de la
cubana Mayra Montero.
El inicio es terrible. Narra un hecho que solo puede ser producto de la
locura. La tragedia se produce en Biarritz, en 1926. A lo largo de la
novela los escenarios cambiarán y nos pasearemos por Cuba, San Sebastián y
Biarritz. También habrá un salto en el tiempo hasta llegar al Biarritz ocupado
por los nazis en 1944. El enlace entre pasado y presente serán unas cartas que
aclararán lo sucedido.
La vida de Elsa, la protagonista, está marcada por lo ocurrido en la
playa de Biarritz en 1926. Es una mujer adulta, casada, que busca respuestas.
La obsesión, y su vida familiar, la lleva a desplazarse a la ciudad francesa en
plena ocupación nazi sin pensar en nada más. A lo largo de la historia, Elsa
muestra un desconocimiento total de lo que pasa por el mundo.
Tras un viaje ajetreado, en el que se tropieza con personajes que
volverán a aparecer, la narración da un giro y se convierte en una historia de
guerra y pasiones. Elsa no abandona su búsqueda pero la narración adquiere
tintes muy peliculeros. Me dio la sensación de que la autora juntó dos
historias, que podrían tener sentido cada una por su lado, que al mezclarlas me
resultaron muy forzadas. Creo que la historia inicial, la tragedia, tenía mucho
más interés y potencia. Para mi gusto la novela perdió fuelle al abandonar la
línea inicial. No sé si esa fue la intención de la autora desde el primer
momento o fue surgiendo.
Al mismo tiempo, el perfil de la protagonista se volvió contradictorio.
Me explico. Elsa es capaz de iniciar en solitario un viaje desde Cuba, cruzando
el Atlántico en plena Segunda Guerra Mundial, y llegar a una ciudad ocupada por
los nazis. Demuestra carácter y fuerza de voluntad. Hasta aquí bien. Llega a
Biarritz y la engaña todo el mundo. No se entera de nada. Aquella mujer
aparentemente fuerte se transforma en una persona a la que utilizan y engaña
hasta el apuntador.
Estos giros me sorprendieron y la expectación inicial se fue
transformando en una lectura rutinaria. Aquel inicio con un potencial narrativo
desgarrador al cocer menguó. Descubriremos, al final, que hay una historia
abyecta que es la desencadenante de todo. Esa revelación me reafirma en mi
opinión de que la historia bélica es un pegote innecesario.
Bueno, la escritora es ella e hizo lo que le dio la gana. Yo, como
lector, leo y reinterpreto lo escrito. De todas formas, léanlo y así tendrán su
opinión.
Antes de terminar, no me resisto a comentar que a Mayra Montero le gusta
el reguetón. Es más, lo defiende: “Puede
haber algún tema sexista, pero en general, no lo son”. ¿Y qué tiene eso que ver
con el libro? Absolutamente nada, pero me resultó curioso.
Venga, no me hagan caso. No se dejen influir. Vayan a su biblioteca
pública o librería preferida y a leer.
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