11 nov 2020

Calypso o haciendo pública la intimidad


  La intimidad es algo que ya no se valora y se preserva, todo lo contrario, se hace pública e incluso cuanto más escabrosa mejor. 
 En esto de los desnudos públicos son especialistas los estadounidenses. No tienen vergüenza, se exponen abiertamente con toda naturalidad. Cuentan su vida, buena o mala, su riqueza o ruina, su salud o enfermedad con tal desparpajo que me asombra.
  Los españoles, los europeos no somos así, tan descarados. La verdad es que no éramos así hasta que llegaron las redes sociales. Nos hemos convertidos en unos consumados artistas de los estriptis más chabacanos y carentes de cualquier atisbo de sensualidad.    Esto viene a cuento del libro Calypso, de David Sedaris, traducido por Jorge de Cascante. 
  Sedaris es un cómico, escritor y varias cosas más, estadounidense que, entre otras cosas, se gana la vida muy bien realizando lecturas de sus escritos.
  Les tengo que confesar que el humor yanqui no es de mi devoción, pero ese es mí problema. 
 David Sedaris está considerado un buen humorista y etiquetan a Calypso como un libro autobiográfico de prosa humorística. Oigan, si lo dicen será verdad. Mis esbozos de sonrisa fueron contados.
  Llegados a este punto les tengo que recordar que es mi opinión. Ustedes léanlo, si lo consideran oportuno, y ya se formarán la suya. 
  En Calypso no nos vamos a encontrar con una historia. Son veintiún relatos con los mismos protagonistas: el propio Sedaris y su familia. 
 El escenario en el que se desarrollan, principalmente, es en su casa de Emeral Island, Carolina del Norte, aunque también se da un paseo por Tokio y West Sussex, Inglaterra, donde vive con su pareja habitualmente. 
  Por cierto, esa casa de Carolina del Norte la compró por un impulso y para eso hay que tener dinero. Como también hay que tener dinero para la orgía de compras estrambóticas que realiza en Tokio.
  El autor es un tipo obsesionado con caminar y contar los kilómetros que hace, al tiempo que recoge la basura con que se encuentra.
 Permítanme que les cuente lo que parece ser una anécdota. En ella el autor narra como una persona, que dice ser médica, le lleva a su casa y le extirpa un tumor que luego se lleva. No le encontré la gracia. Es como aquel que recetó lejía para eliminar el coronavirus.
 Sedaris rememora en Calypso su pasado familiar. Su distanciamiento del padre, el suicidio de una de sus hermanas o la muerte por cáncer de su alcohólica madre quedan al descubierto. Todo ello con ese tono humorístico que a mí no me hace reír.
 No sé si este libro es una reflexión o sencillamente la búsqueda de la risa por medio de anécdotas más o menos reales. Tampoco sé si es una autobiografía o una autoficción.
  No es que me importe demasiado.
 Hay quien compara a Sabaris con Wodehouse o Tom Sharpe, pues lo siento, para mí no es equiparable ni a uno ni a otro. Con estos dos autores británicos sí que me he reído un montón. Por cierto, se los recomiendo.
  En España esa desnudez es cada vez más frecuente, aunque por estas tierras son más de desnudos mentales y sentimentales. Vamos, que quieren ser más trascendentes, otra cosa es que lo consigan. A unos les gusta más esa afectación europea y a otros esa sinceridad sin complejos yanqui.
  Como ejemplos autóctonos más recientes tenemos La piel de Sergio del Molino, a Ricardo Menéndez Salmón con No entres dócilmente en esa noche quieta o a Rafael Reig con Amor intempestivo.
  La autoficción se va haciendo un hueco y aquel país pudoroso y pacato va quedando atrás, aunque pese a los carpetovetónicos redivivos.
  Por esta opinión no dejen de leer Calypso o cualquier otro libro.
  Les recuerdo que en su biblioteca pública tienen muchos donde elegir.

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