Indultos los han concedido todos
los gobiernos, y sin embargo, ningunos tan polémicos como los concedidos a los
independentistas catalanes. El Gobierno decidió conceder esa gracia a los
políticos catalanes independentistas condenados por sedición y malversación.
Los hechos del otoño de 2017, el referéndum ilegal del 1 de octubre, la
aprobación de las leyes de desconexión y la declaración de la república
catalana, durante ocho segundos, propiciaron esas condenas.
Los condenados a penas de cárcel
fueron Oriol Junqueras, exvicepresidente de la Generalitat; Raül Romeva,
Joaquin Forn, Jordi Turull, Josep Rull y Dolors Bassa, todos ellos exconsejeros
de la Generalitat; Carme Forcadell, expresidenta del Parlament; Jordi Sánchez,
exlíder de ANC (Assemblea Nacional Catalana) y Jordi Cuixart, exlíder de Òmnium
Cultural.
Algunos dirigentes huyeron de la
Justicia: Carles Puigdemont, Maritxell Serret, Antoni Comí, Lluís Puig, Clara
Ponsatí, Anna Gabriel y Marta Rovira. La espantada de Puigdemont fue
esperpéntica. Estos por ahí siguen y en caso de regresar a España se las verán
con los jueces.
El indulto está previsto en la
Constitución y en la vigente Ley de 18 de junio de 1870. Increíble pero cierto,
aún perviven leyes decimonónicas como esta en nuestro entramado jurídico. Se
trata de un acto político que podrá gustar o no, pero que es legal y legítimo.
En principio, al menos así lo quiero creer, no se trata de enmendar la plana o
de una injerencia en las sentencias de un tribunal. Los jueces sentenciaron y
el Gobierno tiene la potestad legal de conceder esos indultos, no hay más tela
que cortar. Todo lo que se diga demás son ganas de liar la madeja.
En esta ocasión, y por ser
quienes son, el revuelo es monumental. No nos engañemos, desde 1996 se han
concedido 10652 indultos, no es, por tanto, una novedad. Como ha recordado
Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, el 1 de
diciembre de 2000 el Partido Popular batió el record del mayor número de
indultos concedidos en un día, 1443, más de los que Rufián citó.
El 13 de diciembre de 2000
compareció en el Congreso de los Diputados Ángel Acebes, ministro de Justicia,
durante los gobiernos de Aznar, para explicar las causas de esos indultos. En
el acta del Congreso se recoge su explicación: «Han influido para ello dos
acontecimientos excepcionales en el presente año, el cambio del milenio y la
petición formulada por la Santa Sede a todos los gobiernos del mundo en el año
jubilar a partir del mensaje para el jubileo en las cárceles, que fue dirigida
por el Papa el pasado día 24 de julio, que implora a los responsables de los
Estados un signo de clemencia, expresión de sensibilidad hacia su condición,
que fue reiterada luego el 3 de noviembre de 2000»
Entendido queda, el Gobierno de
Aznar tomó una decisión milenarista y por obediencia al Papa.
Escuchando al expresidente Aznar
hablar sobre los indultos da miedo con sus razonamientos, vive anclado en el
pasado y miente con impunidad y sin vergüenza.
El Partido Popular tiene muchos
motivos para no soliviantar a sus huestes.
Ante la consumación ¿qué hicieron
los políticos presos y el resto de independentistas? Como no puede ser de otra
manera reafirmarse en su idea de lograr un referéndum, decretar la república
catalana y obtener la independencia. Más de lo mismo. De un día para otro no
pueden modificar el discurso, aunque mucho me temo que lo van a seguir
manteniendo, a lo cual tienen derecho. La verdad es que inicialmente no han
rebajado ni un ápice el volumen. Cosa que espero que hagan en un futuro
próximo.
Para el resto de los españoles
resulta difícil aceptar esas actitudes, que no son nuevas, y por antiguas y
reincidentes no molestan menos. El «España nos roba» o llamar vagos a otros
españoles y la sarta de lindezas que nos han endilgado a lo largo de los años
han sentado como una patada.
Pero ese desencuentro no es entre
catalanes y la mayoría del resto de los españoles – ya ven, doy por hecho que
los catalanes son españoles – si no que hay un enfrentamiento soterrado entre
nacionalistas catalanes y catalanes no nacionalistas. Las cifras entre unos y
otros fluctúan rondando el cincuenta por ciento para cada bando, pues de tales
podemos hablar.
Mientras los independentistas son
muy activos, los catalanes no independentistas se mantienen en silencio. No
hace mucho hablaron en las urnas dando el triunfo electoral a Ciudadanos, pero
no supieron aprovechar la ocasión para seguir creciendo. No supieron gestionar
esa mayoría por lo que una vez más esos ciudadanos se sintieron abandonados. Ya
tienen callo. El PSOE hace años los traicionó al acercarse a posturas
nacionalistas y ahí siguen. En las últimas elecciones los socialistas
obtuvieron un resultado más aceptable, pero alejado de la posibilidad de
acceder al poder. No lo van a tener fácil mientras coqueteen con los
nacionalistas.
Los catalanistas exigen la
apertura de la mesa de negociación, pues la cosa va para largo, no la apertura,
el acuerdo. Hay un pequeño detalle del que no hablan las partes implicadas, es
necesario modificar la Constitución y para eso se necesitan, en su modalidad
básica, que sea aprobado por mayoría de tres quintas partes de las cámaras de
las Cortes Generales.
El artículo 2 de la Constitución
dice que esta «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española
patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la
solidaridad entre todas ellas» Pues no se cómo van a solventar este «pequeño»
escollo y además conseguir las mayorías necesarias.
No sé sí estos indultos servirán
para algo, tengo demasiadas dudas, pero tampoco tengo ninguna solución, no las tiene el PP, ni Cs ni mucho menos la extrema derecha.
Mientras los independentistas
catalanes dan la turra y agotan y cabrean al más plantado los nacionalistas
vascos han logrado sus objetivos a la chita callando. De facto los vascos
tienen casi todas las transferencias y las que les faltan las conseguirán en
breve. Dos formas diferentes de afrontar los objetivos nacionalistas, aunque
anteriormente el PNV… En fin.
Cada día lo tengo más claro, los
nacionalismos son tóxicos. Antes o después generann enfrentamientos y siempre
pagamos los mismos. No hay que equivocarse, los nacionalistas son conservadores
y en la mayoría de los casos de derechas. Han conseguido que no se hable de
clases para hacerlo de identidades, ahí la clase baja y media estamos jodidos.
El Estado tiene que hacer frente
a las necesidades de los ciudadanos sin dejarse chantajear por las comunidades
más ricas. El Estado no puede dejar en boca de los nacionalistas ese discurso
ofensivo, identitario, ahistórico y manipulador que tienen y guiarse por
principios democráticos en los que la equidad y la justicia impere.
El nacionalismo no es que sea "conservador": es reaccionario. Reacciona contra los cambios que remueven "las raíces". Por eso son TODOS de derechas, no "la mayoría". La izquierda hereda el concepto universalista de "Humanidad" y también el de "Progreso". Luego se redefinió en el conflicto de clase pero se perdió en el "internacionalismo" al optar por solidaridades territoriales. Ahí se estrelló la socialdemocracia, no lo pudo superar el trotskismo y la vuelta al nacionalismo de la patria socialista estallinista lo remató. No es el internacionalismo, es el cosmopolistmo (que se ve como elitista)el único modelo que encaja con esa Ilustración prenacionalista. Las identidades selectivas que desgajan el conjunto "Humanidad" son divisivas SIEMPRE.
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