1 jul 2021

Acordes bajo el Cristo de Obona


 Bajo el Cristo los acordes del quinteto desbordaban la iglesia. La acústica del recinto da profundidad a las notas. No sé sí el sonido es el ideal, pero para quien no tiene oído musical, como yo, aquello sonaba muy bien.
 Los músicos son integrantes de la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias) y el concierto tuvo lugar en el monasterio de Santa María la Real de Obona, Tinéu.
  La puerta estaba abierta para que entrara un poco del calor exterior. No sólo se colaron rayos del sol de la tarde, el sonido de un cencerro acompañó de forma espontánea y arritmíca a los músicos. Las vacas pacían en la cercanía y tal vez rumiaron al compás de las melodías.
  Sí los muros románicos otorgan esa acústica especial también aíslan de los cambios climáticos, dentro siempre hace frío y hay humedad. Cuando te das cuenta se te han metido en el cuerpo y Obona se convierte en un lugar menos acogedor.
  Mientras escucho miro alrededor. Es imposible no fijarse en ese Cristo que parece estar durmiendo y que nada tiene que ver con sus homólogos de rictus atormentados. Es una talla románica de un tamaño cercano al de una persona adulta. Con el paso del tiempo y la mano de los hombres ha perdido su policromía. Hubo un tiempo que estuvo llenito de cagadas de coruxas (lechuzas) que se colaban por las aspilleras. Un estropajo metálico acabó con los antiestéticos manchurrones.
 Los pilares están «decorados» con unos feísimos porta flores de color blanco rematados con claveles blancos de ¡plástico! Ofenden la vista. Se ve que la sencillez del templo benedictino no es del agrado de los vecinos.
  El sol entra casi hasta el altar, da igual, los pies se me quedan fríos gracias a una suave brisa. El suelo llama mi atención. Me topo con unas baldosas grises que podían ser de cualquier paseo. No me gustan. Aún quedan, a la entrada, vestigios de las losas que cubrían el suelo.
  En el altar llama la atención la vestimenta de una talla, que tras preguntar me enteré que es la Virgen del Rosario. Desde la lejanía parece un vestido de novia o de primera comunión que hace juego con los claveles de plástico.
  La humedad se ceba con los pilares y los arcos de medio punto teñidos de verdín.
  El movimiento finaliza y el personal no sabe si aplaudir o no. ¿Toca o no toca? Algún atrevido inicia con timidez el aplauso y concita la adhesión del resto. El público se reserva para el final, ahí no hay duda y ese momento, al parecer y según los puristas, debiera ser el único en el que se calienten las manos.
  La luz entrante modifica los tonos en la nave central.
  Desde mi asiento veo que en las naves laterales los pilares soportan bombillas, cada una de una madre diferente. Unas de luz blanca, otras amarilla. En fin.
  Al final centró toda mi atención en los músicos. Dos violines, una viola, un violonchelo y un contrabajo deleitan nuestros oídos. Las manos de los músicos se mueven ágiles y tienen algo hipnótico.



  Al acabar recorro el exterior. Todo sigue igual. Como había actuación segaron la hierba que las más de las veces campa a sus anchas en la zona del claustro. Son muy olvidadizos, pero con actos públicos el consistorio tinetense se vuelve muy diligente.
  Se supone que habrá un momento en el que el Cristo de Obona se restaure. Eso mismo llevo oyendo desde hace años y sigue igual. Estoy tranquilo, se que la cosa va para largo. Al igual que va para… no sé para cuando la restauración del monasterio.
  En el mes de febrero, de 2021, se hizo público que en los Presupuestos Generales del Estado hay una partida destinada a obras de restauración en diferentes monasterios entre los que se encuentra el de Obona. En aquel momento, el pasado mes de febrero, el alcalde de Tinéu, José Ramón Feito, ignoraba los plazos que barajan las administraciones, estatal y autonómica, o sí existen algunas ideas de posibles usos. Vamos, no sabe nada de nada.
  Santa María de Obona, con su iglesia del siglo XIII, su claustro del XVII y la talla del Cristo románico merecen mejor trato. Para unos será una cuestión religiosa, para otros, como yo, una cuestión cultural. Desgraciadamente somos un país que no ha sabido preservar su patrimonio cultural, llegamos tarde y cuando hay poco que proteger y conservar.
  Les aconsejo, a pesar de los pesares, una visita al monasterio. La atmósfera que se respira en Obona induce a la relajación, pero al mismo tiempo provoca hormigueo en el estómago. Compruébenlo.

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