4 sept 2021

Ofendiditos, negacionistas y otros especímenes



  Venga, digamos la verdad, en muchas ocasiones nos quejamos para dar penita o de vicio. Pues va a ser que sí.
  Con esto de la pandemia sí que damos pena. Por uno u otro o estamos ofendidos o nos quejamos o lloramos o lo hacemos todo a la vez. ¡Joder, menudas plañideras! Últimamente el foco lo hemos centrado en los jóvenes y su falta de civismo. Los bandos parecen irreconciliables. Por un lado están los padres, y los que se suman, defensores a ultranza de los vástagos y los que los ponen a parir. Lucha estéril.
   ¿Qué me dicen de los negacionistas? ¿Y de los anarcoliberales? ¿Los queer? ¿Los individualistas? ¿Ultraconservadores? ¿Meapilas varios?... Y así podía seguir ad infinitum.
  Muchos son los frentes donde se confronta con verbo aguerrido y calificativos cargados de mala hostia. Los campos de batalla son las redes sociales, el más sangriento es Twitter, tanto que al abrir la aplicación chorrea malos humores.
  Ya no conversamos, agredimos a los otros. El medio, una pantalla, nos convierte en seres intransigentes. Escribimos verdades absolutas y las defendemos con insultos, en demasiadas ocasiones. En una charla, mirándonos a la cara, sería muy difícil sostener lo que se dice por las redes. Matizar o ser irónico conduce a malentendidos imposibles de aclarar. Con los intentos de clarificar sólo se consigue liarla más.
  Los ofendiditos muerden. Quieren, a toda costa, que todo sea del color que lo pintan. No son críticos, exigen pensamiento único, el suyo.
  Los negacionistas son… me cuesta encontrar el término que los defina. Son una mezcla de ignorantes, sabiondos de revista y programas televisivos cutres, atrevidos a más no poder, simples y necios. Ello no quita para que algunos sean buenos profesionales en su ámbito. Esta gente suelen ser conspiranóicos. Se apuntan a todas las tramas.
  Unos que me provocan una sonrisa triste son esos defensores a ultranza del individualismo que a la primera de cambio exigen que el Estado se encargue de solucionar sus problemas. Son esos guerreros anti impuestos que utilizan los servicios públicos y, si pueden, los explotan al máximo, y no dejan de quejarse de su mal funcionamiento. Estos en las redes son muy activos y logran el apoyo entre los más desfavorecidos.
  Los terraplanistas, antivacunas y negacionistas del cambio climático están cargados de argumentos tan disparatados que son irrebatibles. Basan sus tesis en cuestiones acientíficas o que sitúan en un futuro tan lejano que es imposible de contrarrestar. Contra opiniones absurdas no hay ciencia que valga.
  A toda esta variopinta fauna se suman los intoxicadores profesionales. Son aquellos que o bien se ganan la vida magníficamente propalando teorías absurdas o los que generan bulos con fines políticos, en su mayoría situados en la extrema derecha. Los últimos son muy peligrosos ya que enfrentan a amplios sectores de la sociedad.
 La propagación descontrolada de estos especímenes tiene su caldo de cultivo en las redes sociales, sin ellas no tendrían posibilidad de reproducirse y extenderse con tanta rapidez.
  Los integrantes de esos grupúsculos son cómo aquellos propagandistas católicos que se introducían en los barrios obreros para combatir las ideas marxistas o anarquistas. Estos de ahora no tienen pudor ni vergüenza en discutir con científicos apoyándose en opiniones absurdas. Llegan a negar realidades biológicas indiscutibles, incluido el sexo.
  Cada día surgen nuevos grupos que quieren hacerse un hueco y alcanzar notoriedad, para ello mientras más disparatadas sean sus iniciativas mejor. Los medios de comunicación tradicionales entran al trapo y se hacen eco de ellos, bueno, lo hace hasta el BOE (Boletín Oficial del Estado), y no es broma. Vean si no. El Ministerio del Interior inició, el 7 de junio, un procedimiento para inscribir en el Registro Nacional de Asociaciones a la Asociación de Abducidos por los Alienígenas España. Tal cual. No pudo ser ya que no pudieron ponerse en contacto con la susodicha asociación. ¿Quién intenta tener una conversación razonada y razonable con esta gente? Pues eso.
  Todos queremos tener razón ¿o no? pero de ahí a dejar de lado la ciencia hay un abismo.
  Al siglo XVIII lo hemos denominado el siglo de las luces y la razón, en el XXI sombras y fanatismo enturbian la mente de muchos ciudadanos. A su pesar el pensamiento científico y racional proseguirá su camino y esos mastuerzos seguirán aprovechándose de él aunque lo nieguen.

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