Las manifestaciones, protestas o huelgas no son bien vistas por una parte de la sociedad. Sus argumentos para rechazarlas, en muchas ocasiones de forma virulenta, son las molestias que causan a otros ciudadanos y las pérdidas económicas. Entre los más conspicuos detractores se encuentras las gentes y partidos de derecha y de extrema derecha. Consideran ese derecho fundamental a reunirse y manifestarse, recogido en el artículo 21 de la Constitución española, como actos desestabilizadores y causantes de un sinfín de males. No siempre, desde luego. Cuando lo ejercen trabajadores o ciudadanos que no son de su órbita política es malo, muy malo. Otro cantar son las movilizaciones que ellos promueven. Sirva de muestra la manifestación convocada por policías nacionales y guardias civiles el pasado 27 de noviembre.
En este momento, sí alguno de esa cuerda me lee, estarán poniendo el grito en el cielo. Dirán que fue una manifestación convocada por las asociaciones de las fuerzas de seguridad, que están en su derecho. Pues sí. Fue convocada por esas asociaciones y tienen todo el derecho, la ley les ampara, pero… Convocaron esa manifestación sin que conocieran las enmiendas que va a realizar el Gobierno, no por desconocerlas si no por no leerlas. Son enmiendas, no una derogación íntegra.
El presidente de Jusapol (Justicia Salarial Policial) reconoció a EL PAÍS que conocieron esas enmiendas, supuestamente las causantes de la protesta, después de haberla convocado. Es decir, fue una protesta preventiva. Por su parte el secretario de Jucil (Justicia para la Guardia Civil), convocante también, admitió no haberlas leído. Pues vale. El lema utilizado era «No a la inseguridad ciudadana», ¿en qué se basarían?
Allí estuvieron los líderes de la derecha, Arrimadas, Casado, Ayuso y los máximos representantes de la extrema derecha. La más conspicua lideresa de la derecha afirmó en su tono de gracieta y lenguaje casi apocalípticos que las enmiendas son un «ataque directo al estado de derecho y la libertad de los ciudadanos» Ese es el nivel.
El comunicado final fue leído por Albert Castillón, periodista de derechas, muy de derechas, aún más de derechas.
Estas gentes, tan contrarias a este tipo de manifestaciones, no dudan en ocupar las calles y «molestar» a otros ciudadanos para reivindicar que no se modifique lo que desconocen.
La conclusión a la que podemos llegar es sencilla y en absoluto descabellada o maniquea, ¿verdad?
Desde esas asociaciones policiales se anunció una nueva protesta para el 14 de diciembre ante el Congreso de los Diputados. Aprovecharán, en teoría, que ese día dan comienzo los trabajos para reformar la «ley mordaza» y que allí estarán los diputados y escucharán sus protestas. Una conversación con un querido amigo puso luz a mi despiste, me recordó otro 14 D, el 14 D de 1988. ¿Coincidencia? Pues… En el Congreso se lo han puesto a huevo. Ya podían haber elegido otra fecha.
El 14 de diciembre de 1998 hubo una huelga general que paralizó España. Fue la huelga más importante, por trascendencia y por seguimiento, de toda la democracia reciente.
Fue convocada por los sindicatos CCOO y UGT que se oponían a las políticas económicas del gobierno de Felipe González y le acusaban de precarizar el empleo. Fíjense, para los más jóvenes, sí fue importante que paró hasta TVE, en aquellos momentos dirigida por Pilar Miró, la mejor directora del ente público.
Aquella huelga supuso una fractura muy importante en las filas del PSOE y UGT. El enfrentamiento fue tan serio que supuso la ruptura política y personal entre Nicolás Redondo, en aquellos momentos secretario general del sindicato socialista, y Felipe González, secretario general del PSOE. Nunca más volvieron a hablarse.
Aprovechando la coyuntura voy a recordar aquella huelga.
Los sindicatos acusaban al PSOE, ya en aquel tiempo, de realizar políticas de derechas en lo que afectaba a los trabajadores amparados en directivas europeas. ¿Les suena? Las cosas no han cambiado demasiado.
El gobierno socialista llevó a cabo una reforma laboral, en 1984, en la que se generalizó la contratación temporal y se introdujeron mecanismos de flexibilidad en las condiciones de trabajo; bajó las prestaciones a los desempleados y endureció las pensiones. Esto también les suena ¿verdad? Miren que llevan tiempo metiéndonos miedo con la sostenibilidad de las pensiones.
Nicolás Redondo atribuye a Felipe González eso de «vale más un trabajador en precario que un parado». No sé si es cierta o no, pero desde luego el mensaje ha calado en una parte de la sociedad y es un argumento esgrimido por la derecha.
Redondo afirmaba, en aquellos años, que el gobierno socialista se había pasado al neoliberalismo. No era el único que lo decía. Ministros como Miguel Boyer y Carlos Solchaga estaban muy alejados de la socialdemocracia más tibia.
Las relaciones entre sindicatos y gobierno eran muy tensas y el malestar entre los trabajadores creciente. El intento del Gobierno de aprobar un Plan de empleo juvenil fue el detonante, y disculpa, para la huelga general, aunque subyacían los incumplimientos del gobierno socialista. Entre ellos, enumeraban los sindicatos, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, la reforma laboral de 1984, la reforma de las pensiones en 1985 y la brutal reconversión industrial. Según los sindicatos con aquel plan pretendían instaurar lo que se denominó «contratos basura».
El triunfo arrollador de la huelga general del 14 de diciembre de 1988 logró paralizar aquel Plan de empleo juvenil y trajo consigo otros avances sociales. Poco después se establecieron las pensiones no contributivas, la negociación colectiva de los empleados públicos y los subsidios por desempleo.
Hubo más huelgas generales pero ninguna alcanzó los niveles de participación de la del 14 D.
Los policías y guardias civiles pueden organizar las manifestaciones y protestas que crean oportunas, pero creo que deberían saber los motivos por los que se echan a la calle. Visto lo visto, todo indica que la de noviembre ha sido una protesta no se sí inducida por la derecha y extrema derecha, pero sí apropiada por PP, Ciudadanos y los que están a su extrema derecha.
Tengo claro que no todas las protestas ciudadanas son iguales ni persiguen los fines que dicen perseguir. Se hará o no el 14 de diciembre de 2021, pero ni de lejos se parecerá a aquella huelga general del 14 de diciembre de 1988.
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