10 ene 2022

Las nucleares vuelven a las andadas

 

  No podían dejar pasar la oportunidad. La descarbonización y la apuesta política por las energías renovables han cargado las pilas a los empresarios y defensores de las centrales nucleares con el argumento de que pueden ser un paso intermedio para no quedar desabastecidos de energía eléctrica. Las presiones han llegado a la Comisión Europea que pretende clasificar como verde a la energía nuclear y al gas. El argumento que esgrimen es ese de ser necesarias en la transición hasta llegar a una producción energética sin emisiones de CO2.  Pero tranquilos, será así hasta el 2030, al menos.
 ¿Es una decisión científica, política o económica? Según a quienes les pregunten podrá ser cualquiera de ellas e incluso las tres juntas. Soy de los que piensan que la razón principal es económica, las políticas van a su remolque y las razones científicas se manipulan, en ambos sentidos, a favor o en contra. No es una suposición gratuita por mi parte, en el caso de Europa está muy claro. Alemania defiende el gas, Francia la nuclear y España las renovables. Alemania apostó por introducir en la lista verde de la Comisión Europea al gas y Francia a la nuclear.
  Los intereses económicos y políticos, que van siempre de la mano, son clarísimos.
  En esta polémica no debemos olvidar que la Unión Europea apostó por las energías renovables y la descarbonización total en 2050. En esa hoja de ruta establecieron reducir un 90 % el uso del gas natural en ese año. Ni nucleares ni gas entraban en la lista de energías verdes. La consideración como «verdes» permitiría que accedieran a financiaciones concretas que se detraerían a otras energías como la eólica o solar.
  Creíamos que la vida de las nucleares estaba llegando a su fin, pues no, craso error. Hasta ahora la vida útil de una central era de unos 40 años. En EEUU están empezando a alargar su operatividad hasta los 80 años. En ese país el 90% de las nucleares ya pueden operar durante 60 años. En Europa países como Francia, Suecia, Bélgica, Rusia, Holanda o Suiza quieren prolongar la vida de sus centrales. En España, con unas centrales nucleares muy viejas, finalizarán su actividad en 2035, cuando cierre la de Trillo, en Guadalajara, que será la última que lo hará.
  No parece muy complicado de comprender que a más años más riesgos de fallos y accidentes.
  Las razones para mantener activas o construir más centrales nucleares, hay países como EEUU o Francia que están en ello, es que al regular como verde la nuclear y el gas se frenará la escalada de precios de la energía.
  El argumento estrella de los que están a favor es que la energía nuclear garantiza el abastecimiento eléctrico. Luego le siguen que las centrales nucleares producen esa energía eléctrica de forma constantes, reduce la dependencia energética exterior y no se producen emisiones contaminantes. Dicho así parece muy bonito, pero no es toda la verdad.
  La discusión está garantizada, y eso no es malo mientras sea civilizada. La controversia no es nueva, y lo digo porque algunos piensan que el mundo existe desde que ellos están en él.
  Tras la terrorífica constatación de la potencia devastadora de la energía nuclear en Hiroshima y Nagasaki, fue a partir de los años 50, del siglo pasado, cuando se empezó a pensar en la generación de electricidad a partir de esa energía nuclear. En los años 70 y 80 hubo intensas discusiones por su utilización. Ya en aquellos años se afirmaba que la decisión de producir energía eléctrica a partir de la nuclear era una decisión política.
  En 1978 en Austria, Bélgica y Suiza se evitaron la construcción de centrales nucleares vía referéndum, ¡cómo han cambiado las cosas! En esos años, finales de los 70 y principios de los 80 hubo manifestaciones multitudinarias en su contra en Francia y Alemania. En Yugoslavia, en 1986, hubo movilizaciones contra la instalación de cuatro centrales.
  Aquellos tiempos han pasado y hoy, tras un machaque mediático de años, las centrales nucleares no son vistas cómo un serio peligro y han dejado de preocupar lo que pase con los residuos radiactivos que generan. Y eso a pesar de los graves accidentes ocurridos. Recordamos el de Chernóbil (Ucrania, entonces perteneciente a la Unión Soviética) en 1986 y el de Fukushima I (Japón) en 2011, pero hubo más. En 1979 se produjo uno en Three Mile Island (Pensilvania, EEUU) más conocido por Harrisburg, ciudad cercana a la central. En 1981 en Tsuruga (Japón) se produjo una fuga de agua radioactiva. En 1987 Goiania (Brasil) fue el escenario de otro accidente. En 1993 se produjo una explosión en una planta secreta de Tomsk-7 (Siberia-Rusia). En 2004 hubo un escape en Mihama (Japón). En 2008 se produjo una fuga en Kushab (Pakistán). En España, en 1989, tuvo lugar el accidente en la central de Vandellós I, en Tarragona. Las medidas que exigió el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) para corregir las irregularidades detectadas fueron consideradas como excesivas por la empresa explotadora y decidieron cerrarla.
  No son los únicos, hubo más de menor entidad. Las informaciones sobre esos accidentes y sus consecuencias son siempre escasas y muy vagas.
  El personal que está a favor ha salido en tromba y hacen hincapié en una serie de cuestiones obviando las más peliagudas, faltaría más.
 No se puede discutir que las centrales nucleares garantizan la producción de energía eléctrica de manera constante, a partir de esa afirmación el resto de las que realizan son más que discutibles.
  El coste de construcción de las centrales nucleares es enorme y suelen estar apoyadas por el Estado. No es posible saber el coste real ya que las empresas no facilitan esos datos, debe ser elevadísimo ya que no sueltan prenda.
  Pedro Fresco, experto en mercados energéticos y energías renovables, afirma que el coste de producción supera los 100 euros/megavatio hora, el cual supera con creces el de cualquier otro tipo de energía. Por su parte Alfredo García, ingeniero técnico de Telecomunicaciones y supervisor nuclear, trabaja en la central de Ascó, estima que ese coste es superior a los 40 euros/megavatio hora, a lo que hay que sumar los impuestos.
  Vamos, que de barata nada.
  A esa idea tan vendida de lo barata hay que añadir los costes de las mejoras introducidas en las nucleares de todo el mundo tras el accidente de Fusushima (Japón) lo cual incrementa los costes. No se sabe, las empresas tampoco lo desvelan. Todo es oscurantismo.
  Una pregunta que me parece obvia es ¿por qué están incrementando los años de vida de las nucleares? Para rentabilizarlas aún más. Los expertos están de acuerdo en que una central no puede tener una vida de menos de 40 años ya que no se amortizarían. Es decir, los costes de su construcción y los de producción son mucho más elevados de lo que pensamos. ¿Por qué esconden esa información?
  En la actualidad los reactores de última generación, según cuentan, tienen una amortización más lenta, más de lo mismo, y aún no saben los problemas que puedan generar.
  A pesar de lo que dicen actualmente, sus partidarios tienen claro que las nucleares acabarán desapareciendo, pero ¿no son tan buenas?
  Las nucleares son, a su vez, un competidor desleal ya que siempre producen al cien por cien, reducir su potencia significa la perdida de mucho dinero y por eso se paran antes los eólicos o las centrales térmicas.
  Eso de que la nuclear abarata el precio de la luz pues no sé. Comparando con otros países, por ejemplo Francia que tiene un montón de nucleares, lo que tenemos, según leo, son unos impuestos más elevados en la factura eléctrica.
 Uno de los problemas que padecemos en España es la dependencia energética con otros países que nos proporcionan petróleo y gas natural. Cierto, por eso hay que intentar generar electricidad por nuestra cuenta, pero de ahí a decir que la nuclear nos garantiza esa independencia hay un trecho, o mejor dicho, es mentira. En España no hay minas de uranio o plutonio. No es que no existan, es que no se explotan, por lo tanto hay que importarlo.
  Un tema del que pasan los defensores de lo nuclear es el del almacenamiento de los residuos radiactivos. En todo caso se refieren a las mejoras realizadas en su almacenaje. Por mucho que digan es un tema que mete miedo. Un accidente, siempre posible, puede causar unos daños descomunales.
  En torno a la energía nuclear hay secretismo. Se trata de una industria en la que los accidentes son extremadamente peligrosos. Su coste de construcción y mantenimiento son descomunales. A más años de vida de las centrales más probabilidades de accidentes. El almacenamiento de los residuos radiactivos, durante milenios, puede llegar a generar problemas inimaginables y no solo a largo plazo. Una central nuclear tarda entre cinco y diez años en construirse, en ese tiempo el desarrollo y extensión de las renovables puede hacerlas innecesarias.
  Con todo lo dicho, no veo las ventajas de las nucleares y sí los innegables riesgos.
  No quiero terminar sin hablar de un par de cuestiones sobre la energía eléctrica que contribuyen a explicar los precios que pagamos y las puertas giratorias: la moratoria nuclear y el déficit de la tarifa eléctrica.
  Ya no nos acordamos, pero hasta el 2015 estuvimos pagando la moratoria nuclear. Con la llegada del PSOE al poder se suspendieron los programas nucleares. La Ley de Ordenación del Sistema Eléctrico del Sistema Eléctrico, Ley 40/1994, junto a un decreto de 1995 declararon la paralización de las centrales. Se reconocía el derecho de las empresas a recibir una compensación por las inversiones realizadas. Pagamos cerca de 6000 millones de euros.
  En aquella época Felipe González parecía tener claro lo de las nucleares, tras su paso por el consejo de administración de una eléctrica parece que ha cambiado de opinión.
  El déficit de la tarifa eléctrica ha supuesto millones de euros que hemos abonado a las eléctricas. Con ese dinero hemos pagado el desfase entre las tarifas de la luz y su coste real. Desde el 2002 la luz sube por debajo de su coste de producción y distribución. Eso nos cuentan.
  Rodrigo Rato, el gurú económico de Aznar, mediante el Real Decreto 1432/2002 estableció que la factura eléctrica no podría subir más que el IPC (Índice de Precios de Consumo). En la etapa de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno la deuda  llegó a superar los 26000 millones de euros. Mariano Rajoy estableció, mediante la Ley 24/2013, que la deuda sería asumida por los consumidores.
  Según datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) la deuda eléctrica a 2020 ascendía a 14294 millones. Para el 2021 estimaron que la deuda se incrementaría en 2400 millones. Según los cálculos de la CNMC saldaremos la deuda en 2028.
  Un último apunte. El Estado tiene que devolver a las eléctricas un mínimo de 1400 millones de euros como consecuencia de la anulación, por parte del Tribunal Supremo, del Decreto 198/2015, conocido cómo «canon eléctrico» aprobado por el PP. Ese canon tenía como objetivo gravar el uso de aguas por la producción de energía eléctrica y recortar el déficit de la tarifa eléctrica.
  Todo lo que rodea a la energía eléctrica supone una sangría económica para los ciudadanos. Este bien de primera necesidad en nuestra sociedad resulta cada día más gravoso y sospechamos que en las sucesivas subidas del precio del recibo hay tongo. Nos dicen que no se pueden intervenir los precios de la electricidad por ir contra la normativa europea, pues será verdad.
  Tengo claro que lo nuclear además de caro, carísimo, es muy peligroso, peligrosísimo. Tengo claro que la energía eléctrica es un robo descarado a los ciudadanos por sus abusivos precios y su oscurantismo. Tengo claro que los políticos están apoyando a las eléctricas y van contra los intereses de los ciudadanos. Tengo claro que la intentona de declarar verdes a la energía nuclear y al gas es una decisión político-económica. Tengo claro que nos manipulan y nos consideran tontos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario