Lorenzo Silva es un estajanovista. No exagero, a la vista de su producción literaria lo es. La serie protagonizada por los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro llega a su decimotercera entrega con La llama de Focea.
En esta ocasión tendrán que investigar el asesinato de una joven en el Camino de Santiago en tierras gallegas. Las indagaciones se complicaran ya que la asesinada era hija de uno de los investigados en el procés. De ahí surgirán dos líneas de investigación, una la del propio crimen y la otra la relacionada con el próces. Es más, la segunda se merienda a la primera.
El crimen es la excusa para hablar de lo sucedido en Cataluña en octubre de 2017, principalmente. El tema del independentismo catalán ya es recurrente en Silva. Aparece ETA, otra de sus constantes. En esta ocasión se suman Terra Lliure y la mafia rusa, pero siempre en su relación con el mundo independentista. No faltan las referencias bibliográficas para entender el fenómeno catalanista a lo largo de la Historia.
Hasta la relación personal entre la muerta, Queralt, y Ferran Bonmatí, su padre, está muy deteriorada por la vinculación del último con el movimiento separatista. Por si todo esto fuera poco, Silva saca a colación las olimpiadas de Barcelona de 1992.
En esta ocasión el carácter político de la novela está mucho más presente. No es algo nuevo en la serie, pero en La llama de Focea se acentúa. El binomio Bevilacqua/Silva da rienda suelta a su pensamiento sobre el movimiento independentista, aunque hay intentos, pocos, de entender esos pensamientos, siempre desde una postura centralista y unitaria del Estado. No podría ser de otra manera, Bevilacqua es un picoleto y eso imprime carácter.
Una característica de las novelas de Silva es la de ser políticamente correctas. Son muy formalitas. Se dirigen a unos lectores nada propensos a «incorrecciones» sociales o ideas políticas «subversivas». Para esos lectores les aclaro que esto es una ironía, pero no deja de ser cierto.
Narrada en primera persona, por Bevilacqua, da una imagen de la Guardia Civil muy amable y cercana. La Benemérita tiene en Silva a su máximo propagandista. Fruto de la contribución de Silva a la imagen del Cuerpo en 2010 fue nombrado Guardia Civil Honorario. Hay que reconocer que se lo tenía merecido.
Está claro que ese cuerpo de seguridad del Estado, creado en 1844, es muy diferente al de hace no muchos años. Lo mismo podemos decir de la Policía Nacional o el Ejército. Han evolucionado, junto con el resto de la sociedad, hacia posturas democráticas, en líneas generales, aunque no dejan de ser cuerpos conservadores ideológicamente. Tienen como función principal la seguridad ciudadana, pero también son los cuerpos represores del Estado, cometido que les otorgan las leyes. Desde el intento del Golpe de Estado de 1981 la Guardia Civil ha cambiado, para mejor, muchísimo.
Para los suspicaces de turno he de decirles que creo necesarios los cuerpos de seguridad del Estado. La seguridad tiene que ser pública, no privada.
Ven, esto es lo que tiene la lectura, puedes acabar hablando de cuestiones relacionadas o derivadas de ella.
La llama de Focea me parece la novela más política de la serie, lo cual ni está bien ni mal. Mi opinión es mía y no va más allá. Silva aprovecha a Bevilacqua para hacer política. El autor escribe lo que le da la real gana. Su forma de escribir le aleja de la novela negra, esa que contiene mala leche y crítica social y que huye de la corrección política. Lorenzo Silva es un escritor muy de orden.
A sus seguidores les gustará. No me considero su seguidor, pero leo sus novelas. Me entretienen y me dan para criticarlo. El libro ha cumplido su función de ser leído y esa otra secundaria, pero no menos importante, que es la de estimular la reflexión sobre lo leído.
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