La dicotomía realidad-ficción no existe en
Solo humo de Juan José Millás. No es nada nuevo en este escritor, incluso
en sus columnas de opinión se entremezclan.
Tampoco es novedad en la literatura, es más, se trata del recurso más
utilizado en la literatura. La realidad, más o menos retorcida o reconocible,
es consustancial a la fabulación.
Carlos, el protagonista, al cumplir dieciocho
años recibe la noticia de la muerte de su padre, un padre ausente, con el que
no tuvo ninguna relación. A partir de ahí se emparanoia.
La obsesión con su padre le lleva a querer
meterse en la propia piel del progenitor. Quiere entenderle al tiempo que desea
castigarle. ¿Cómo vengarse de un muerto? El huérfano de padre se montará una
historia que le llevará a una solución irreal, pero satisfactoria para él.
Vamos, que el tipo vive en su cabeza una relación paterno filial imaginaria con
repercusiones en su vida física. En esa fantasía onírica - o demente, vayan
ustedes a saber – cuenta con la colaboración de Amelia, cómplice que cierra el
círculo.
¿Cuántas veces leímos o escuchamos eso de
«estamos vivos o somos el sueño de alguien»? o similar. Hay quienes lo sueltan
creyendo que están diciendo algo trascendente, metafísico, cuando es,
sencillamente, una gilipollez. No digo que este sea el caso de Millás. Tenemos
una vida y soñamos con otras. Anhelamos tanto que nos puede provocar ansiedad y
frustración, pero de ahí a querer vivir la vida de otro hay un trecho. Peor aún
es personificar en otro a tu padre muerto, eso ya es de psiquiatra. Todo cabe
en la ficción, ¿lo es? ¿lo que leo es la obra de un autor o es fruto de mi
imaginación? ¿Verdad o mentira? No sé, eso es cosa de Juan José Millás.
Por otro lado, para el autor «la realidad es
el resultado de la casualidad» (pág. 85). Y digo para el autor ya que
escuchándole hay una línea muy tenue entre lo narrado y lo que piensa el autor.
Me remito a lo oído en el encuentro que tuvo con clubes de lectura de Asturias
el pasado mes de abril, en Mieres. Discrepo, casualidades haberlas haylas, pero
la realidad es consecuencia de relaciones sociales, decisiones políticas,
económicas… y la confluencia de todas ellas nos ofrece el mundo en que vivimos.
Con esta aseveración Millás o el personaje, ¿vayan ustedes a saber?, se muestra
determinista, cuestión que no comparto ya que no creo en la predestinación.
En los escritos de Millás las enfermedades,
los males físicos, de una u otra forma aparecen. Un poco hipocondríaco es,
bueno bastante. En sus intervenciones radiofónicas los achaques aparecen al
igual que lo real e imaginario. Cada uno con sus manías, faltaría más.
Otra característica de sus novelas es la
brevedad. Concentra la historia y lo hace muy bien. Sus columnas de opinión son
la máxima expresión de esa concisión con resultados muy buenos.
En Solo humo además de la identidad,
la paternidad, lo real y lo imaginario hay otro tema relevante, el poder de la
lectura.
El padre de Carlos era un gran lector, así lo
atestigua su casa atiborrada de libros. Por el contrario Carlos no lee. En la
mesita de la habitación paterna encuentra un libro muy manoseado, los cuentos
de los hermanos Grimm, será el único que lea Carlos. A través de esos cuentos
intentará penetrar en el pensamiento de su padre. Al tiempo que se produce ese
«contacto» entre hijo y padre van surgiendo ideas en torno al papel del lector.
La idea principal que sostiene es la de «la
lectura como responsabilidad» (pág. 61). Carlos-Millás reflexiona sobre el
papel del lector, así dice: «Soy un verdadero fantasma para los personajes de
este cuento, volvió a reflexionar. Yo puede verlos y escucharlos a ellos, pero
ellos no pueden verme ni escucharme a mí» (pág. 34). Anteriormente, pág. 32, ya
había dicho: «Más calmado, comprendió oscuramente que el lector de un relato
formaba parte, lo quisiera o no, de su trama, aunque en calidad de
fantasma...».
La relación de los lectores con la literatura
está definida y hay una cuestión indiscutible, cada lector valora la obra en
función de gustos, pensamientos, conocimientos, etc. Millás nos ofrece su idea
de lo que es un lector: «Soy un verdadero fantasma para los personajes de este
cuento, volvió a reflexionar. Yo puedo verlos y escucharlos a ellos, pero ellos
no pueden verme ni escucharme a mí» (pág. 34). En esa implicación entre lector
y novela va más allá cuando dice ¿quién sabe sí el personaje o el autor?: «Me
contó que los personajes de las novelas y los cuentos se reúnen con frecuencia
en una de las últimas páginas del libro, que suelen estar en blanco porque son
páginas de cortesía, y discuten acerca de la existencia del lector como nosotros
discutimos sobre la existencia de Dios. Decía que hay personajes que creen en
el lector y personajes que niegan su existencia» (pág. 154).
Millás encontró su camino literario tirando
por la vía de la psicología, de la identidad, de esa mezcla entre realidad y
fantasía llegando incluso a un cierto surrealismo. Domina el lenguaje, lo
reduce al mínimo, exprime las frases. Me suelen gustar, mucho, sus columnas,
con sus libros es otro cantar. No lo tengo entre mis escritores preferidos,
pero lo leo.
En fin, cumplo mi papel como lector, con el que creo que estará de
acuerdo Juan José Millás. Por cierto, leo no por responsabilidad, leo por
necesidad. Soy lo que soy en tanto que lector, sin lectura no soy.
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