Pedro Sánchez pasó de ser un tipo
maquiavélico con mucha suerte a un ñoño inmerecedor de ostentar el puesto de
presidente del Gobierno. En un golpe de efecto pergeñado en solitario
conmocionó al país con la hipotética renuncia. Lo hizo, además, a través de una
red social para sorpresa del respetable. El anuncio cayó como una bomba. A la
derecha extrema, el PP, les pilló, como a todos, desprevenidos e inicialmente
quedaron sonados. Los partidos en los que se apoya el Gobierno no salían de su
asombro y perplejidad. Aparentemente todo fue por amor a su esposa. La
oposición del desconcierto inicial pasó al recochineo y con posterioridad al
ataque furibundo, vamos lo de siempre.
Nadie se explicó las razones. Los cinco días
de silencio presidencial dieron para todo tipo de cábalas. Del escrito
presidencial parecía deducirse que tenía la intención de dimitir. Nada más
lejos de la realidad. El lunes 29 de abril dejó claro que no lo iba a hacer y
que volvía, nunca se fue, con renovados bríos.
Escuchadas y leídas muchas opiniones de todo
el espectro político no me quedo con las ganas de expresar la mía.
Tengo serias dudas de que la carta fuese
redactada por él en la intimidad. Los presidentes tienen muchos asesores, unos
oficiales y otros no. No me creo que una decisión de ese calibre la tomase sólo, es más, creo que todo fue parte de un
plan muy estudiado. Vistas las repercusiones que tuvo desde el primer momento
es lógico que se adjudique en exclusiva la decisión. El ego es el ego.
El acoso que recibió Sánchez desde el primer
momento no lo sufrieron ni González ni Zapatero, al menos no con la inquina que
él lo recibe.
La inclusión de Óscar Puente en el Gobierno
fue el primer indicio de que algo estaba cambiando. Necesitaba un mamporrero
con desparpajo capaz de hacer frente a una derecha radicalizada y faltona.
Puente está cumpliendo con su papel a la perfección. No me gusta el tono bronco
en los ministros, en los cargos públicos, pueden ser duros pero con la sonrisa
en la boca.
La denuncia contra Begoña Gómez, compañera de
Sánchez, la aprovechó para dar un golpe de efecto. Les habían dado por todos
los lados pero al involucrarla directamente en la contienda se lo pusieron
fácil.
Al Partido Socialista de Euskadi no le fue
mal en las elecciones. El PSOE necesitaba un empuje de cara a las elecciones
catalanas y las europeas. No fueron los únicos motivos.
Desde hace años los marcos, el relato
político, lo establece la extrema derecha y la derecha extrema, Sánchez decidió
que su partido, y él, tienen que convertirse en relatores. Los argumentos de la
derecha apelan a los sentimientos, a las tripas. No hablan de economía, medio
ambiente, proyectos de futuro, se centran en temas como la inmigración, la
inflación, a pesar de ser una de las más bajas de la Unión Europea, el
feminismo, de las ocupaciones de viviendas aunque sean contadas, etc. y
declaran una guerra cultural.
A pesar de los bulos sobre la precariedad
económica la realidad les desmiente al menos en lo que se refiere a las grandes
cifras económicas, incluidos los resultados de los bancos y empresas.
La derecha extrema y la extrema derecha
acusan a Pedro Sánchez de ocupar los cargos institucionales con personas de su
confianza. Lo dicen como si eso no fuera lo usual. ¿El PP no nombra a una
persona de su confianza para el puesto de Fiscal General del Estado? ¿El Centro
Investigaciones Sociológicas?… Claro que
lo hizo, así funcionan nuestras democracias. Lo que está claro es que el PP sí
que está incumpliendo la Constitución al no permitir la renovación del CGPJ
(Consejo General del Poder Judicial). Por cierto, PSOE, PP y Unidas Podemos
pactaron la renovación del Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo, el
Tribunal de Cuentas y la Agencia de Protección de Datos, pero el CGPJ no, de
eso ni hablar. A estas alturas ¿alguien duda del motivo?
Pedro Sánchez apeló al sentimentalismo, al
victimismo, e hizo un llamamiento al regeneracionismo democrático. Con ese
argumento estaba creando un nuevo marco, un relato. Como reacción desde la
derecha extrema, que no es otra que el PP, han modificado su discurso y ahora
además de dictador le imputan el ser generador de bulos.
Mientras, Óscar Puente continua con su labor.
Señor Puente, no debería comportarse como Rafael Hernando y otros, queda muy
feo. Ah, perdoneme por compararle con Hernando, a este solo le supera MAR.
Sánchez, durante esos días, fue el único
tema.
A los partidos independentistas que apoyan al
Gobierno no les hizo mucha gracia la «espantá». No lo dijeron en público,
faltaría más, pero les debió entrar el canguelo. Tenían, tienen, mucho que
perder. Los independentistas y el Partido Socialista llegaron a magníficos
acuerdos con mucho dinero por medio para los primeros, acuerdos que no están
cumplidos. La amnistía no está aprobada y eso en las huestes catalanas debe
inquietar mucho.
Curiosamente la amnistía no estuvo presente
en el debate electoral catalán. Los resultados fueron buenos para los
socialistas catalanes y ahora queda por saber si conseguirán la presidencia de
la Generalitat. Puigdemont sigue siendo un bocazas. Continua con sus delirios.
Huyó como un chorizo cobarde y a pesar de ello obtiene unos buenos resultados.
Un paréntesis. ¿Se imaginan a Puidemont y a
Ayuso en un cara a cara? Cierro paréntesis partiéndome de risa por la imagen.
Nos quedan días de incertidumbre que se
empezarán a despejar tras las elecciones europeas. Veremos si los
independentistas apoyan unos presupuestos generales, atenúan sus críticas, no
que las realicen de forma no tan chulesca, y muestran más apoyo a la
gobernabilidad de España. Con los independentistas hay que fijarse más en lo
que hacen que en lo que dicen, son unos bocachanclas.
No menos importante es el cierre de filas que
logró Sánchez dentro del PSOE. La vieja guardia socialista se la tiene jurada.
Se hizo querer por los suyos y le dieron su amor. Con esa reafirmación de su
liderazgo, vía apoyo y aplauso público, los González, Guerra, e incluso el
García Page quedan aún más desautorizados.
La guinda del pastel fue la repercusión
internacional que tuvo y el apoyo que consiguió.
La amnistía no es del agrado en muchos ámbitos
económicos. No es descabellado pensar que desde el mundo financiero y económico
recibió presiones. Esas cosas no trascienden en el momento, pero existir
existen. A su favor, el de Sánchez, juega el peso que tiene dentro de la Unión
Europea, los fondos logrados, lo bien que va la macroeconomía. Pensar que
Feijóo y Abascal dirijan España les debe preocupar muchísimo más que la
amnistía. La pela es la pela.
La jugada de Sánchez no me gustó. La vendió
como algo personal y el caudillismo en los partidos políticos es nefasto. La
racionalidad política, la que debería tener, no se puede mezclar con una
pulsión amorosa.
De momento va teniendo suerte y parece que
sale airoso de los líos en que se mete o le meten. El gobierno de España es muy
serio para reducirlo a impulsos. Ideas, planificación y rigurosa ejecución son
fundamentales para avanzar.
La extrema derecha crece en el mundo. No hay
que tratarlos con ligereza. Hacerles frente sí, desde la democracia más
estricta, sin miedo, pero sin caer en sus métodos.
Las utopías han movido el mundo. La izquierda
tenía unas ideas que atraían a las clases media y trabajadora ya que los
tenía en cuenta, hoy casi ni hablan de clases. La división del trabajo y sobre
todo las rentas determinan donde nos encontramos cada uno. Las soluciones a los
problemas no pasan por las individuales o grupales si no por las de las clases
trabajadora y media, que son los pilares de la sociedad. A la clase alta, que no
es el pequeño empresario, no es necesario que nadie les de soluciones a los
problemas, no los tienen, ellos nos los generan a los demás.
Pensábamos que la legislatura iba a ser
emocionante, no llevamos un año y ya es un sinvivir. ¡Ay mamina lo que nos
espera!
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