Lo extraordinario, único o peculiar es cada
vez más raro, perdonen la redundancia, sobre todo en política. En estos días,
sin embargo, oímos hablar todo el tiempo de singularidad, singularidad
catalana. ¿Existe tal singularidad catalana? Pues sí, a pesar de vivir en este
mundo cada vez más uniformizado en muchos aspectos. Dicho esto, ¿acaso
andaluces, murcianos, gallegos, riojanos no tienen sus singularidades? Las
tienen. ¡Qué les voy a decir de los asturianos! ¡Asturias es España y lo demás
tierra conquistada! Ven, tonterías se pueden decir todas las que se quieran.
Las comunidades, regiones, pueblos tienen
unas peculiaridades culturales, gastronómicas e incluso idiomáticas que las
diferencian. Los catalanes, al igual que los vascos, apelan a su singularidad
para exigir más dinero al Estado. Quieren recibir más que el resto de las
autonomías. Así de claro. Pues bien, Asturias, por ejemplo, también lo puede
hacer. ¿Entonces cual es el motivo por el que no somos tratados de igual forma?
Cuando digo de igual forma quiero decir con un sistema equitativo de reparto de
los fondos públicos. La respuesta es sencilla, son decisiones políticas.
En el caso de vascos y navarros y sus
convenios económicos son privilegios que les fueron concedidos ya en el siglo
XIX, consecuencia de las Guerras Carlistas, y que se mantuvieron para el caso
de Navarra y Álava durante el franquismo por su apoyo al golpe de Estado de
1936. Con la llegada de la democracia esas regalías se mantuvieron y se
mejoraron notablemente. ¿El resto de comunidades se vieron perjudicadas? Sin
duda. En el caso de Asturias es evidente. Solo en el aspecto de inversión
estatal en infraestructuras el desequilibrio es absoluto, incluyendo
diferencias de población y todo lo que quieran. La actividad de ETA coadyuvo a
que los gobiernos de Madrid tuviesen más miramientos con el País Vasco con la
intención de aislar socialmente a los terroristas. No es una exageración, se
puede contrastar. Por cierto, nunca olvidaré las palabras del ex jesuita y ex
presidente del PNV, Xabier Arzalluz, que se refirió a los etarras como jóvenes
descarriados.
El caso de Cataluña y su nacionalismo es
también reciente, aunque al igual que los vascos lo remontan a la prehistoria
en su versión más mentirosa, y adquiere relevancia con la Renaixença,
sobre todo a partir de mitad del XIX. Fue un movimiento cultural y literario
con el fin de hacer renacer la lengua catalana que con posterioridad fue el eje
central del nacionalismo político.
Soy consciente de que está aproximación
histórica es muy general y simple, pero para profundizar hay una amplia
bibliografía.
En el caso de Cataluña el desmadre, pues de
tal se trató, del procés se produjo tras la negativa del presidente
Rajoy a Artur Mas, presidente de la Generalitat, de conceder un concierto
económico similar al vasco. Desde eso momento la escalada independentista fue
in crecendo. Lo cierto es que en los últimos años los gobernantes catalanes
tenían mucha envidia a los vascos.
Cataluña no tiene concierto económico por la
negativa de Jordi Pujol, presidente de la Generalitat. El propio Pujol lo negó
más tarde. Según cuentan las crónicas esa negativa era producto de la mala
prensa que tenía entre los ciudadanos eso de recaudar impuestos. Al nada
honorable Pujol le desmintió públicamente Pedro Luis Uriarte, el consejero
vasco que negoció el concierto para el País Vasco en 1980, siendo presidente
del gobierno de España Adolfo Suárez. Uriarte dijo «En contra de lo manifestado
por el señor Pujol, en el verano de 1980 se le ofreció en mi presencia un
concierto a Cataluña, cuando negociábamos el nuestro, y lo rechazó. Esa es la
verdad». ¡Cómo han cambiado las cosas!
A los políticos catalanes se les concedió el
indulto, les han condonado deuda, rematan con la amnistía y ahora quieren un
concierto económico que sea singular, o lo que es lo mismo, que se diferencie
el resto de las comunidades, es decir, más dinero que a los demás. Ellos a
cambio siguen con su actitud beligerante, chulesca y mal educada. El resto de
los españoles les importamos un pito, se dirigen a los suyos, a sus hooligans,
pero eso sí, quieren el dinero de todos.
Hablan de que Cataluña aporta más al Estado
que o que recibe. Suelen apelar a los saldos de las balanzas fiscales, que
según quien las calcule salen cuentas diferentes. Los argumentos de Oriol
Junqueras y Artur Mas, que tanto apelaron en su momento a esas balanzas
fiscales, fueron desmontados por Josep Borrel y Joan Llorach en el libro Las
cuentas y los cuentos de la independencia.
El nacionalismo vasco y catalán se han
apoyado en la religión católica. La iglesia vasca llegó a apoyar a los etarras,
solo hay que recordar a José María Setién, obispo de San Sebastián, y a un
montón de curas. Por otro lado, el PNV viene de una tradición muy religiosa,
que en el caso de su fundador, Sabino Arana, era un ultra religioso, xenófobo y
machista. En el caso catalán Pujol hacia caminatas a Montserrat, la montaña
sagrada del nacionalismo.
La financiación autonómica es una
cuestión aparcada desde hace años. Todos los gobiernos coinciden en que es
deficitaria, seguramente es cierto, pero también lo es la de los ayuntamientos
y de eso apenas se habla, siendo como son las administraciones más cercanas a
los ciudadanos. Con esta nueva exigencia independentistas la percepción social
de que se trata de un chantaje al gobierno de Sánchez se convierte en más
certeza, si es que había algunas dudas.
Por cierto, no está mal recordar que son los
ciudadanos quienes pagamos los impuestos en función de nuestros ingresos, no
las comunidades.
Tengo el convencimiento de que ese concierto
será perjudicial para las comunidades, en mayor medida las uniprovinciales como
Asturias, La Rioja o Murcia, por ejemplo. Los conciertos vasco y navarro son un
agravio comparativo, no existe equidad. Los nacionalistas no creen en la
solidaridad autonómica, negocian para los suyos sin pensar en las consecuencias
para el resto. A la realidad me remito. No es de extrañar, son nacionalistas y
por ello excluyentes.
La debilidad numérica de Sánchez en el
Congreso le está llevando a tomar decisiones imposibles de justificar para la
mayoría de los ciudadanos, incluidos muchos afiliados y votantes socialistas.
La legislatura se está complicando cada vez más y la división social se
incrementa y, sobre todo, se encabrona más.
Mientras esto pasa, en Asturias Barbón,
presidente del gobierno asturiano, se encamina por la senda del nacionalismo.
No duda en utilizar a la Virgen de Covadonga para exaltar el asturianismo. El
pilar sobre el que quiere sustentar y profundizar en la «identidad» asturiana
es, como no, la lengua, el asturiano. Las lenguas tienen como función la
comunicación, pero también la de forjar una identidad que una a sus hablantes
con una finalidad política. En eso anda Adrián Barbón. Conozco a muchos
asturianos que despotrican contra el nacionalismo catalán y vasco, pero a
continuación aplauden con las orejas cuando se trata de hace gala de
asturianismo.
Los nacionalismos crean banderas, fronteras,
existen en tanto en cuanto remarcan las diferencias con otros nacionalismos y
eso más temprano que tarde acaba en enfrentamientos.
Como ciudadano español, asturiano, exijo
equidad en el reparto de los dineros públicos con criterios claros y
transparentes. Tras los conciertos hay oscurantismo, lo que es igual a
injusticias.
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