“Hay
un mandato negociador del Consejo a la Comisión que no es público, hay
comparecencias en Comisión en el Parlamento Europeo que son a puerta cerrada y
no se conoce muy bien el detalle de qué hay detrás de esta negociación, ni
siquiera, en concreto, estudios detallados con las ventajas e inconvenientes
para España”.
Este
texto se refiere a lo relacionado con la Asociación Transatlántica para el
Comercio y la Inversión – conocido por sus siglas en inglés, TTIP -.
Por
si alguien piensa otra cosa, no es la opinión de un antisistema. El autor de
estas rotundas afirmaciones fue Álvaro Anchuelo Crego, economista, profesor y
diputado por Unión Progreso y Democracia (UPyD) entre 2011 y 2015. No las
realizó a un medio de comunicación, las pronunció en la sesión plenaria
celebrada en el Congreso de los Diputados el martes 6 de mayo de 2014. No creo
que pueda resultar muy sospechoso de intentar subvertir el orden establecido.
Por cierto, nadie puso en tela de juicio esta aseveración.
Dicho
esto, parece bastante obvio que el resto de los ciudadanos pensemos que tras
las negociaciones del TTIP hay mucho gato encerrado. No se trata de conocer los
detalles de la negociación, lo que deseamos es saber cuáles son los acuerdos a
los que se llega.
Las
protestas por el oscurantismo dieron como resultado que Bruselas accediera a
que la Eurocámara dispusiese de una habitación para que los eurodiputados
pudiesen consultar los documentos confidenciales del TTIP. Como esa medida no
fue suficiente, han habilitado más habitaciones restringidas en el resto de las
capitales europeas con el fin de que diputados nacionales y gobiernos
consultasen esos documentos restringidos.
Lo
curioso de esta situación es que a los europarlamentarios, a la mayoría, les
parece normal este secretismo. La realidad, por lo menos de cara a los
ciudadanos, es que transparencia y democracia cada vez van más unidos y eso no
va con nuestros representantes.
Empezamos
a saber algo de esta propuesta de tratado de libre comercio entre la Unión
Europea y Estados Unidos. El TTIP no es más que eso: un tratado de libre
comercio.
No
hace falta ser economista, con lo poco que sabemos ya nos hacemos una idea de
por dónde van las cosas.
Desde
que en febrero de 2013 los presidentes de los EEUU, el Consejo europeo y la
Comisión europea anunciaron que se iniciaban las negociaciones todo han sido
sospechas. Sospechas que se van concretando y convirtiendo en realidades.
La
constatación, por escrito, de que Europa está dispuesta a rebajar sus estándares
regulatorios ha quedado de manifiesto con la publicación, por parte de
Greenpace, de 248 páginas (trece capítulos consolidados más una nota titulada
“Estado táctico de las negociaciones TTIP-marzo de 2016).
Ahora
se entra en la recta final. La idea que tienen es que las negociaciones
concluyan antes de las próximas elecciones presidenciales de EEUU.
Nos
dicen que este tratado tendrá unos enormes beneficios para ambas partes.
El
comercio entre la Unión Europea y EEUU representa el 60 % del PIB mundial y es
necesario afianzar, y potenciar, ese mercado. Eso nos cuentan.
El
acuerdo afectará a casi todos los sectores de la economía.
En
el TTIP participan quince grupos especializados en diferentes áreas – eso tengo
entendido -. Lo que pretenden, fundamentalmente, es eliminar el mayor número
posible de obligaciones aduaneras. Cuestión esta que beneficia en mayor medida
a las grandes empresas, a las multinacionales. Por cierto, el 90 % de las
empresas en Europa son pequeñas y medianas.
También
quieren reducir, y si fuera posible eliminar, las barreras no arancelarias. Es
decir, eliminar todas las normas posibles, reglas y regulaciones legales que
puedan limitar el desarrollo de la competencia económica. Aún más claro:
quieren hacer lo que les dé la gana.
Por
último, pero no menos importante, quieren otorgar a las multinacionales
derechos contra las leyes y regulaciones. Eso sí, solo cuando representen
obstáculos innecesarios para el comercio, el acceso a los mercados y alguna que
otra cosilla más.
No
nos asustemos. Habrá unos tribunales privados que diriman las disputas entre
las corporaciones empresariales y los estados. No tengo ninguna duda de que
impartirán justicia.
En
este momento podemos recordar lo que supone la globalización y que algunos
conglomerados empresariales tienen más presupuesto que muchos estados del
mundo.
Han
realizado muchos estudios para pronosticar los resultados de esta unión
comercial. Uno de ellos, que malas lenguas tachan de muy optimista, fue
realizado para la Comisión europea y afirma que el TTIP supondría unas
ganancias de 119 mil millones de euros para la UE y 95 mil millones para EEUU.
Eso sí, en diez años. Ah, que no se me olvide: 400.000 nuevos puestos de
trabajo, en esos diez años. ¡Y lo dicen como un gran aliciente!
No
sé de qué nos quejamos. Es tan bonita la historia, tan buena, que solo tenemos
que fiarnos de ellos. Lo hacen tan en secreto para no calentarnos la cabeza, se
preocupan por nosotros.
¡Ah!
no sean mal pensados: estos no son los mismos que nos han metido en esta crisis.
Ya
estamos en campaña. Todos los partidos nos hablarán del TTIP y nos dirán cual
es su postura. Será un tema relevante, ya lo verán.
Mientras,
ellos seguirán entrando en el cuarto para saber de qué va eso, previa firma de
confidencialidad. Estarán encantados de conocer tal arcano y nos movilizarán a
votar hablando de transparencia y democracia.
¡Cuidado
con los cuartos oscuros! A la que nos descuidamos se nos llenan de ratas.
Nos la van a dar con el TTIP by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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