14 jun 2016

Bevilacqua y Chamorro en Donde los escorpiones



Antes de seguir rellenando renglones quiero dejar dos cosas bien claras. No es broma, con la denominada “ley mordaza” no está la cosa para chanzas.

Primero, cada escritor puede decir lo que le dé la gana y cómo le dé la gana. Lo que les faltaba, que alguien como yo los pusiese en tela de juicio. Cochina envidia que les tengo. Segundo, los cuerpos de seguridad del Estado me merecen todo el respeto.

Esto último es muy cierto, lo anterior también – faltaría más -. La “ley mordaza” a la papelera – publicidad no pagada -. 

Por razones personales que no vienen al caso, puede comprobar cómo era la vida de los guardiaciviles en el País Vasco en la década de los ochenta del siglo pasado. En esa época los masacraban, ETA los asesinaba. Vi fachadas acribilladas por disparos. Hombres serenos, mujeres muy fuertes. Escuché en boca de sus compañeros los nombres de asesinados. Aquello no era vida. No lo era para los guardias y su familia, tampoco para los vascos. Era una puta mierda donde el miedo se inhalaba y donde los asesinos eran aplaudidos. La “campaña del Norte” fue jodida para todos.

Aclarado esto – ¡derogación de la “ley mordaza” ya! – pasemos al nuevo caso de los picoletos Vila – Bevilacqua – y Chamorro, sin olvidarnos de Salgado y Arnau. Esta vez Lorenzo Silva sitúa la acción en Afganistán, en la base española de Herat. El título, Donde los escorpiones, es polisémico y bien traído.

Novela sin ángulos, de fácil lectura. Entretenida como toda la serie. Da igual lo crudo de la situación, Silva no le pone sal a las heridas.

El trato que dispensa el autor a la Guardia Civil es exquisito, como siempre. Desde 2010 es Guardia Civil Honorario. Tal vez, y solo tal vez, que su padre fuese militar influye en su percepción de este cuerpo de seguridad del Estado.

La novela comienza con una actuación de la Guardia Civil en la Cañada Real y El Gallinero, en Madrid. Asentamientos chabolistas a una docena de kilómetros de la capital donde la muerte, en forma de drogas, deambula entre la mierda y la miseria humana. La sordidez, la degradación social y personal adquiere, según nos cuentan, un nivel que quienes no lo hemos visto no podemos describirlo. Pues bien, aún en esa situación Lorenzo Silva no se tiñe de un negro profundo. Nunca lo hace. Sus novelas se quedan en tintes oscuros.

Los personajes son de sobra conocidos. Se respetan, se estiman y ninguno olvida quien es y a quien debe obediencia. Así son los guardiaciviles. Todo en orden.

Un posible asesinato los traslada a Afganistán y ello sirve para resaltar la labor que desempeña este cuerpo y el ejército por esos mundos. Alguna pincelada crítica, suave, y sin pisar callos.

Ambiente de camaradería, entre los diferentes cuerpos y ejércitos, incluidos los espías. Abnegación y compromiso en el servicio. Cosa que no dudo, les va en ello la vida.

Alguna reprobación, velada, al ejército americano y sus contratistas – empleados de empresas privadas de guerra – alabanza al restaurante italiano y sobre todo a su café. Lo dicho, sin acritud.

Las 348 páginas se leen de un tirón sin esfuerzo alguno. Entretiene.

Al final la culpabilidad recae en quien tiene que recaer. Vuelven a casa sanos y salvos habiendo comprobado en sus carnes lo que es estar en territorio comanche.

Una duda: ¿de qué hablaron Vila y Carolina? Lo del subteniente y Chamorro es intriga a largo plazo.

Se pasa un rato entretenido y eso está bien.

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Bevilacqua y Chamorro en Donde los escorpiones by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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