7 jul 2016

Una mala decisión para Europa

Publicado en La Nueva España el 28 de junio de 2016

Los hijos de la Gran Bretaña han decidido. No nos debe extrañar su dictamen.

Venga, seamos serios, ¿cuántas veces se ha dicho que los habitantes de la Pérfida Albión son muy raritos? ¡Cómo no van a serlo si se ponen calcetines con las sandalias! Lo que nos reímos con eso. Pues no deberíamos hacerlo. Según cuentan los que saben de Historia, en la época de los romanos, hace nada menos que dos mil años, ya se calzaban así. Y es que para perpetuar las tradiciones no hay nada como un buen británico.

Oigan, que sí, que son muy conservadores con lo suyo, tanto que la reina madre de Inglaterra les duró hasta los 101 años. Las malas lenguas comentan que algo tuvo que ver la ginebra. Por el mismo camino deambula Isabel II – y no me refiero a lo de la ginebra - que reina desde hace 64 años, para desgracia de Camila Parker Bowles.

Los británicos seguro que se han acordado de Winston Churchill, mientras meditaban sobre su salida de la Unión Europea, cuando dijo: “No dejéis el pasado como pasado, porque pondréis en riesgo vuestro futuro”. Emocionados ante el recuerdo glorioso de su inmenso imperio rompen con los continentales. ¡Ellos volverán a ser grandes!

Aunque se les olvidó aquella otra frase de Churchill – este hombre no paró de dar citas para la posteridad – que decía: “Solo hay una cosa peor que luchar con aliados y eso es pelear sin ellos”.

Se encerrarán en ellos mismos y los miraremos como se mira un espécimen en el laboratorio. Habrá quienes se estén frotando las manos ante el debilitamiento de la UE (Unión Europea) y seguro que esperan que otros países sigan su senda. Ya saben, no hay nada como dividir para debilitar.

En un mundo donde las corporaciones financieras y empresariales son cada vez más grandes hay gentes que se empeñan en alentar lo pequeño.

La UE, desde hace muchos años, se ha centrado en las cuestiones económicas dejando de lado las sociales. Si a esto le sumamos la crisis, que parece que se ha vuelto endémica, la llegada masiva de emigrantes y el desempleo nos encontramos con un caldo de cultivo ideal para despotricar contra la Unión.  Tampoco debemos olvidarnos del nacionalismo, en todas sus variedades, al que se ha seguido alimentado.

Las consecuencias se verán en breve. La primera, la dimisión de David Cameron, es una anécdota comparado con lo que se avecina.

Los problemas sociales, económicos, el nacionalismo exaltado, la xenofobia, el racismo, la intolerancia han encontrado en la decisión de una mayoría de británicos un aliado perfecto.

Desde luego no está todo perdido. Europa, la Europa de los ciudadanos, tendrá muchos problemas pero tal vez esto sirva para reconducir sus bases. El resto de los países, de los ciudadanos integrantes de esta tocada Unión, debemos impulsar nuevas políticas que pongan por delante a las personas. Una Unión Europea de ciudadanos al servicio de los ciudadanos eso es lo que queremos.

No resisto la tentación de finalizar con otra cita de don Winston Churchill: “Los españoles son vengativos y el odio les envenena”.

¡Ven que fácil! Con una sola frase se pueden despertar la xenofobia. 

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