¿Moda? ¿Coincidencia? Ni idea,
pero últimamente dos escritores han publicado novelas cuyos protagonistas son
perros personificados. Eso que yo sepa. Uno fue Arturo Pérez Reverte, Los perros duros no bailan, y el otro
David Safier con La balada de Max y
Amelie, traducido por María José Díez. La novela de Pérez Reverte es una historia violenta y un poco macarra –qué raro ¿verdad?- y la de Safier que aunque trata de una persecución mortal me
resultó ñoña.
La balada de Max y Amelie va de la reencarnación y el amor entre
dos perros a lo largo del tiempo, con varias vidas incluidas, y unas
persecuciones que acaban en muerte. Vida tras vida se perpetua el amor y el odio. Pues bueno.
¿Para hablar de la reencarnación
y del amor era necesaria esa personificación? No me lo parece. Tengo la
sensación que este recurso fue el camino más fácil. Meter a seres humanos en ese
berenjenal de la resurrección hubiera sido mucho más complejo e igual le salía
algo muy bíblico o a lo Lobsang Rampa.
Otro tema presente en la novela
es el enfrentamiento entre Max, el macho, y Cicatriz-Amelie, la hembra, por su
relación con los humanos y la convivencia con ellos. Todo bastante sensiblero.
Inmortalidad, amor, destino,
odio, supervivencia eso es La balada de
Max y Amelie pero no me emocionó ni me pareció una buena novela de
aventuras. Me resultó cursi, sentimentaloide e inverosímil – hombre de poca fe
que soy -.
Me encantan los perros pero ni Los perros duros no bailan ni La balada de Max y Amelie me han
motivado. Ambas me parecieron pobres y sin demasiado interés. Oigan, ni puñetero caso, léanlas
y tendrán su opinión.
Las pueden encontrar en su
biblioteca pública o librería preferida.
Una de perros reencarnándose by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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