Desde los inicios de la revolución industrial la vida se ha ido
acelerando y aún no hemos sido capaces de saber en que dirección vamos. Los
cambios, sobre todo los tecnológicos, son cada vez más rápidos. Las relaciones
personales y sociales mutan de tal forma que nuestros abuelos no nos reconocen.
No podía ser menos y la democracia, tal y como la conocemos hasta ahora, también
está cambiando. ¿Será su final?
David Runciman, en Así termina la
democracia, traducción de Albino Santos Mosquera, nos ofrece su visión sobre la situación de
las democracias en la actualidad.
Runciman, tras la victoria electoral de Donald Trump, se preguntó si la democracia
se acababa. A ello dedicó las 299 páginas de este libro. Tiene claro cual va a
ser el final: “Cuando la democracia se termine, probablemente nos sorprenderá
la forma en que lo hará”. Y es que “la política democrática se ha convertido en
un elaborado espectáculo que necesita artistas de (cada vez mayor) carácter
para retener la atención del público”.
¿Verdad que pueden pensar en más de uno de esos actores de la política?
Los ciudadanos estamos cabreados ante la falta de respuestas a nuestros
problemas. La crisis económica ha provocado que las diferencias entre los más
ricos y los más pobres se hayan incrementado y que la clase media haya sido muy
maltratada. Ante esta situación el populismo campa a sus anchas. Como dice el
autor “la idea básica que subyace al populismo, sea este de izquierdas o de
derechas, es que la élite ha robado la democracia de manos del pueblo”.
Runciman nos explica las razones de su auge: “El populismo en sí no
tiene nada de nuevo. Prospera en las sociedades democráticas cuando se dan unas
condiciones determinadas: sufrimiento económico, cambio tecnológico,
desigualdad en aumento y ausencia de guerra”.
Desde luego no es extraño que esto suceda. Los resultados producidos por
el Estado democrático no son demasiado visibles, o al menos eso nos parece.
Suele haber un abismo entre lo que se nos promete como individuos y lo que se
nos proporciona como sociedad. Esa enorme brecha cobija a los populismos.
Los políticos profesionales no salen muy bien parados y las tecnologías,
su mal uso, otro tanto. Las redes sociales han logrado que la democracia
representativa parezca falsa, y que por el contrario, las versiones falsas que
existen en la red parezcan más reales.
A quienes predican la democracia directa les recuerda el autor que es
muy difícil de gestionar, además de requerir mucho esfuerzo y trabajo individual.
Considera que pueden existir tres alternativas a la democracia moderna: el
autoritarismo pragmático, la epistocracia y la tecnología digital liberada”.
Hoy vemos que los partidos políticos son el apéndice de unas pocas
personas y eso hace que la democracia haya perdido parte de su prestigio
social. A esto sumemos la crisis que sigue golpeando a los más desfavorecidos,
los cambios tecnológicos que tanto nos preocupan y la globalización que no
acabamos de asumir y tendremos los ingredientes perfectos para que los
populistas de extrema derecha vayan ocupando cada vez más espacio político y
social.
David Runciman realiza un acto de historia ficción en el epílogo del
libro y se va hasta el 2053, cuando en EEUU toma posesión como presidente un
tal Li. Quién sabe, tal vez ocurra.
Así termina la democracia es
un ensayo que, sin entusiasmarme, me sirvió como reflexión personal sobre esta
democracia nuestra. Con la entrada en los parlamentos de quienes abominan de la
democracia y la quieren sepultar en el autoritarismo y la intransigencia no
está demás repensar lo que supone vivir en democracia o caer en manos de esos
populistas antidemocráticos y extremistas.
¿Se termina la democracia? by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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