Nexus
: Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra
hasta la IA, de Yuval Noah Harari, traducida por Joandomènec Ros y
publicada en Debate, no se puede decir que sea muy breve ya que tiene 601
páginas, aunque 132 son para notas e índice alfabético.
El tema daría para mucho más, pero como
aproximación al asunto de la información, su evolución y como la utilizan los
gobiernos y poderosos para sus fines está bien. Divide el libro en tres partes:
Redes humanas; La red inorgánica y Política informática.
Cuenta la evolución histórica de la
transmisión de la información y la importancia que tuvo en la construcción de
nuestras sociedades. Diferencia la utilización de la información en las
dictaduras y en las democracias y lo deja claro: «En consecuencia, [dice]
mientras que una dictadura es un núcleo central de información que lo dicta
todo, una democracia es una conversación constante entre diversos nodos de
información» (pág. 162). Definición muy clara que muchos no parecen comprender,
y me refiero a esos que pregonan que no vivimos en una democracia.
Ya puesto, permítanme otra reflexión del
autor: « La definición de la democracia como una red de información distribuida
con mecanismos de autocorrección sólidos contrasta claramente con la idea común
pero errónea que equipara la democracia con las elecciones. Las elecciones son
una parte fundamental de la caja de herramientas democrática, pero no son la
democracia. En ausencia de mecanismos de autocorrección adicionales, unas
elecciones pueden amañarse con facilidad. Por sí solas, unas elecciones completamente
libres y justas no garantizan la democracia. Porque «democracia» no es lo mismo
que «dictadura de la mayoría» (pág. 163).
Otra reflexión del autor: «Las democracias
mueren no solo cuando la gente carece de la libertad de hablar, sino también
cuando la gente no quiere o no puede escuchar» (pág. 178).
Comprendiendo estas explicaciones creo que se
puede entender lo que es una democracia.
Estamos convencidos de los beneficios que
aporta la inteligencia artificial, no los pone en duda, nos advierte de sus
riesgos, que no solo pasan por la pérdida de puestos de trabajo, que suelen ser
de baja dificultad, de momento. Esto se podría contrarrestar diciendo que
genera otros nuevos más específicos y complejos. La inteligencia artificial
implica riesgos menos visibles y por ello más peligrosos. Aquí hay que hablar
de la manipulación a la que nos someten los logaritmos no solo para consumir,
si no para condicionar nuestro pensamiento e incluso voto.
Esto último puede parecer exagerado, en
absoluto lo es. Harari da dos ejemplos de la manipulación de votos en Brasil y
en Myanmar. No podemos olvidar las ayudas que Donald Trump recibió para llegar
a la Casa Blanca de sus «amigos» de la tecnológicas, especialmente Elon Musk,
como el propio magnate reconoció.
Harari tiene claro que la IA (Inteligencia
Artificial) es cada vez más autónoma ya que es capaz de tomar decisiones y
generar nuevas ideas, pero de momento los seres humanos tenemos el control,
aunque cada vez sea menor. Insiste en que la IA necesita correcciones, lo cual
significa sencillamente límites, pero que no sean las grandes empresas
tecnológicas quienes las implanten, que ya sabemos como termina eso.
Parece que dirigentes políticos, muchos de
ellos, toman parte de sus decisiones en informaciones que provienen vía IA.
¡Anda que no tiene peligro!
Noah Harari aclara algo que parece de
Perogrullo y que, sin embargo, olvidamos. Veamos: «La información errónea es
una equivocación involuntaria que tiene lugar cuando alguien intenta
representar la realidad pero la entiende mal. La desinformación es una mentira
deliberada que se produce cuando alguien pretende distorsionar conscientemente
nuestra visión de la realidad» (pág. 44).
¿Les suena de algo?
La ingenuidad, dicho de forma amable, nos
hace creer que la información conduce a la verdad y que esto contribuye a
lograr sabiduría. No es esta la realidad, no nos engañemos. Un político o un
grupo puede obtener mucho poder con mentiras y engaños. Creo que no hace falta
que les ponga ejemplos. A la larga lo pagamos todos los ciudadanos, pero la
información que recibimos sin que le pongamos filtros, o lo que es lo mismo, la
contrastemos, nos puede inducir a enormes errores.
En este sentido Harari dice: «… un mercado de
ideas completamente libre puede incentivar la divulgación de atrocidades y
sensacionalismo a expensas de la verdad» (pág. 141) No está hablando de
censura, desde luego, pero sin controles pueden intoxicarnos con total
impunidad.
En la tercera parte del libro, Política
informática, ofrece algunas soluciones para contrarrestar los problemas que
nos puede acarrear la IA. Así insiste en que «nuestra mejor opción de evitar la
catástrofe en el siglo actual pasa por mantener aquellos mecanismos de
autocorrección democráticos que pueden identificar y corregir los errores según
avanzamos» (pág. 363).
Para evitar la acumulación de información
sobre los usuarios por parte de los gigantes tecnológicos propone, por ejemplo,
que los gobiernos proporcionen servicios digitales básicos gratuitos
financiados con nuestros impuestos al igual que otros que proporciona. Eso sí,
con el visto bueno de la ciudadanía.
Harari no se fía de nadie. Así dice que «para
proteger la privacidad y la libertad de los individuos, será mejor que ni la
policía ni el jefe lo sepan todo sobre nosotros» (pág. 366). Estoy de acuerdo
con él. Estas afirmaciones las sustenta sobre informaciones contrastadas, así
nos pone un ejemplo: «Un análisis reciente estimaba que, de una muestra de 20
millones de tuits generados durante la campaña correspondiente a las elecciones
presidenciales de Estados Unidos de 2016, 3,8 millones -casi el 20 por ciento-
fueron generados por bots» (pág. 398).
Una aclaración para los profanos. Un bot es
un programa informático diseñador para realizar determinadas tareas de forma
automática imitando a una persona, dicho de forma muy sencilla.
No piensen que Noah Harari está en contra de
la la IA, repito, no es así. Tiene muy claro que sí plantea un peligro para la
humanidad no es por la maldad de los ordenadores, si no por los defectos de los
seres humanos.
Les pido perdón, pero creo que es importante
recoger otra reflexión del autor, será la última, se lo aseguro: «Aunque la
humanidad eluda el peor de los supuestos posibles y evite una guerra global, el
auge de los nuevos imperios digitales todavía podría poner en peligro la
libertad y prosperidad de miles de millones de personas. Los imperios
industriales de los siglos XIX y XX explotaron y reprimieron a sus colonias,
así que sería una insensatez esperar que los nuevos imperios digitales se
comporten mucho mejor. Además, tal como ya se ha indicado, si el mundo se
divide en imperios rivales, es muy poco probable que la humanidad coopere con
la eficacia suficiente como para superar la crisis ecológica o para regular la
IA y otras tecnologías disruptivas como la bioingeniería». (pág 444).
¿Muy pesimista? Me parece muy realista y
bastante acertado dado lo que estamos viendo.
Nexus no es un libro sesudo. Hay que
leerlo con sosiego y reflexionar sobre sus aportaciones. Me resultó interesante
y no me aburrió.
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